No sacudieron nuestra relativa pereza, su música logró coincidir curiosamente con la atmósfera un poco adormecida de la ciudad, sus canciones evocando lo que Galaxie 500 hubiera podido crear bajo antidepresivos o Belle and Sebastian en sobredosis de Prozac… Una primera rola en su lugar de ensayo, para ir calentando, otra en una fuente vacía y durante el intermedio, al nivel de nuestros paseos por la colonia Americana, en una tienda de antigüedades. Entre los fierros y el polvo, tocaron una canción un poco tensa, elegante y notoria dentro de ese mismo enojo razonado y llevado a cabo . Art los dejó tocar y se coló entre los objetos de almas viejas, allá entre los escondites oscuros del lugar.
El soundtrack era perfecto, podríamos habernos sentido, durante el lapso de unos cuantos minutos, en una de las primeras películas de Wim Wenders…